MARAVILLOSA MELODÍA, LA VIDA.

“La vida es como un piano. Las teclas blancas representan felicidad y las negras tristeza. Conforme pasa el tiempo, te das cuenta de que las teclas negras también hacen música.”

Por pura casualidad he encontrado este texto. Desconozco el autor o autora, pero ha sido responsable de que escriba este post. 

Quien me conoce personalmente sabe que el piano siempre ha formado una parte importante de mi vida: es mi hobby, mi vía de escape y mi fuente de inspiración. Y sin embargo, nunca lo había visto de una forma tan metafórica.

La vida, de forma simplificada, podría definirse como una sucesión de momentos buenos y momentos malos. Desde aquellos en los que nos gustaría parar el tiempo, hasta aquellos otros que querríamos borrar, literalmente, de nuestras vidas. Sí, puede compararse con las teclas de un piano. Teclas blancas llenas de felicidad, pero también teclas negras llenas de amargura… O quizás al revés, quién sabe.

Mi profesión me lleva a conocer personas que están entonando esas notas negras... y aunque no me alegro de verlos en situaciones tan espinosas, me gusta comprobar con ellos que de ahí, justo de ahí, puede surgir la música más bella. Esas teclas son asombrosas, ya que fuerzan a sacar luz de lo que parecía un pozo oscuro, a seguir aprendiendo de nosotros mismos, a transformar nuestras vidas…

¿Qué sería de la música sin bemoles y sostenidos? ¿Qué sería de la música sin escalas menores, de sonidos melancólicos? ¿Qué sería de la música…? ¡Y de la vida misma!

Todos hemos escuchado eso de que lo ‘negativo’ es lo que nos permite valorar lo ‘positivo’. No le falta razón; pasarlo mal, tener momentos de bajón… a más de uno nos ha servido para apreciar todo cuanto tenemos. Pero creo que su función es mucho más importante. Siendo justos, las teclas negras son las verdaderas responsables de que crezcamos como personas, de que luchemos por aquello que deseamos y cambiemos nuestras vidas por completo. Porque al final de eso se trata, de que las notas más tristes de nuestra historia se entonen como un grito de lucha, como un grito de aliento…

La vida, al igual que un piano, ofrece las teclas, pero quien pone el sentimiento, la intensidad, el tempo... eres tú. El intérprete y compositor eres tú. Y siempre puedes formar acordes con notas decididas, perseverantes, positivas… para acabar componiendo una melodía que muestre con orgullo lo grande que eres bailando tu propia música.

Vibrando con ella.

Aprendiendo de ella.

Maravillosa melodía...

 

Elena López.

 

 

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